La semana
pasada visité las aulas en las que yo misma había tomado mil apuntes para hablar
a los alumnos de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de
Madrid de las opciones que tienen cuando acaben la carrera, la importancia de
especializarse y cómo convertirse en traductor autónomo.
La verdad es
que creo que este tipo de charlas resultan muy constructivas para los
estudiantes, ya que a menudo en la
universidad nos perdemos en la teoría y obviamos la práctica de las
profesiones. Me siento muy agradecida y contenta de que Esther Vázquez y del Árbol, que fue
también mi profesora y que sigue al pie del cañón, me invitara a hablar de mi
experiencia.
En mi opinión, sería, en realidad, muy interesante para los estudiantes tener una asignatura
o unas jornadas en las que aprendieran los aspectos más prácticos de la
profesión: cómo calcular sus tarifas, cómo buscar clientes, cómo organizarse,
cómo hacer una factura y llevar un control de los ingresos y gastos, y los
recursos que tienen a su disposición. Sé que generalmente (al menos así
fue cuando yo estudié) tienen una asignatura sobre documentación, pero la
documentación no deja de ser tan solo una parte de nuestro trabajo.
Por otro
lado, me sorprendió gratamente el uso de ordenadores en las aulas y que se les
permita usar Internet en los exámenes, ya que, de esta forma, se simula un
encargo real. No tenía ningún sentido que los estudiantes cargaran con 10 diccionarios en una maleta y no contaran con el recurso más usual: Internet.
No obstante, hubo algo que me disgustó. En mi época, aprendimos a
usar Trados y daba por hecho que con el gran desarrollo de la tecnología, las
nuevas generaciones serían unos cracks
a la hora de usar el programa. Sin embargo, me contaron que ya no se lo enseñaban
en el aula por motivos de licencias/decisiones de profesores. Me parece inadmisible, incluso aunque les
muestren otras herramientas, ya que Trados es una herramienta imprescindible para nuestro trabajo. Es como aprender a ser albañil y no saber lo que es un ladrillo.
Creo que aún quedan bastantes pasos por dar para que las carreras sean un reflejo de las
profesiones a las que abren paso y me alegro de que haya profesores como Esther
que se involucren tanto para que esto sea en algún momento posible.